Estimados lectores de Historia1Imagen: Ponemos a vuestra disposición un artículo que nos envía el Doctor Luis Oro Tapia, quien colabora con Historia1Imagen desde el año 2006.
Luis Oro Tapia es Doctor en filosofía por la Universidad de Chile y realizó una pasantía de investigación posdoctoral en la Universidad Complutense de Madrid; Magíster en ciencia política por la Universidad de Chile y Licenciado en historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
¿El Fracaso de la Educación?
Las diversas candidaturas a la Presidencia de la República y al Parlamento confunden la educación con la instrucción. En tal error incurren, además, los expertos en “educación”. Error fatal que nos sume aún más, como “sociedad”, en la incomprensión recíproca y en el barbarismo.
En Chile, en mi opinión, se dejó de educar hace más de cuatro décadas. En efecto, el énfasis se pone en la instrucción, no en la educación. De hecho, los planes y programas de estudio tienen como centro de gravedad la inoculación de conocimientos instrumentales. Y, consecuentemente, las pruebas estandarizadas apuntan a medir tal tipo de conocimientos.
Dicho de otro modo, los planes y programas de estudios, y sus respetivos instrumentos de evaluación, no tienen por propósito medir el nivel de asimilación de las pautas propias del proceso civilizatorio, ni la caballerosidad, ni la urbanidad.
¿Qué consecuencias prácticas tiene ello? ¿Cómo se trasunta tal déficit de civilidad en la vida cotidiana? En la gesticulación ruda, en el lenguaje soez, en el comportamiento zafio y en la agresividad. Ello es fácilmente observable en la vía pública y también en los espacios semipúblicos: colegios, universidades, supermercados, estadios, etcétera.
Porque se ha puesto el énfasis sólo en la instrucción no es insólito que en nuestro país existan bárbaros ilustrados. Todos conocemos a más de uno. Se trata de seres sumamente instruidos, pero carentes de educación. Quizás, debido a ello, nuestra vida cotidiana, a veces, se torna tan ingrata, abrasiva o exasperante. La aspereza de las relaciones humanas es, paradójicamente, más evidente en las grandes urbes, que es donde, se supone, debe imperar la urbanidad.
Tampoco es fácil educar. Más aún hoy en día. Entre otros motivos, porque quienes más necesitan ser educados y más claman por la calidad de la educación se niegan a ser educados. Ellos se oponen a cualquier forma de control. En circunstancias, que todo proceso educativo apunta, en primer lugar, a disciplinar los instintos, las pulsiones naturales, como, por ejemplo, la agresividad.
La educación, guste o no, tiene un componente autoritativo. Incluso la educación liberal. Esta última tiene como objetivo (como lo hizo notar Leo Strauss, con cierto matiz de ironía) liberar al individuo. ¿De qué? De la vulgaridad y el barbarismo. Y también, como diría nuestro Joaquín Edwards Bello, del culto al imbunchismo.
Vistas así las cosas, no se puede decir que en nuestro país fracasó la educación; porque nadie puede fracasar en aquello que no se ha propuesto como meta. ¿Qué gobierno, en las últimas décadas, tuvo por fin primordial educar? Ellos centraron sus esfuerzos en incrementar los niveles de instrucción, ninguno en fomentar la educación.
En resumidas cuentas, nuestro nivel educacional es tan deplorable como el de nuestra instrucción. Por tal motivo, aunque estemos catalogados como un país de altos ingresos seguimos siendo una “sociedad” equidistante de la civilización y la barbarie. De hecho, somos un país de bárbaros motorizados y, últimamente, de trogloditas digitalizados.
Luis R. Oro Tapia
Cientista político
¿cómo se puede educar? ¿porqué antes se podía y hoy no? ¿cómo se fomenta la educación y no la instrucción? Interesante columna, saludos
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