“La política real, no aquella que se lee y escribe, se piensa y se imagina, sino la que se vive y practica día a día, tiene poco que ver con las ideas, los valores y la imaginación, con las visiones teleológicas (la sociedad ideal que quisiéramos construir) y, para decirlo con toda crudeza, con la generosidad, la solidaridad y el idealismo. Está hecha casi exclusivamente de maniobras e intrigas, conspiraciones, pactos y paronoias, traiciones, mucho cálculo, no poco cinismo y toda clase de malabares. Porque el político profesional, sea de centro izquierda o derecha, lo que en verdad lo moviliza, excita y mantiene en actividad es el poder: llegar a él, quedarse en él o volver a ocuparlo cuanto antes. Hay excepciones, desde luego, pero son eso: excepciones. Muchos políticos empiezan animados por sentimientos altruistas (cambiar la sociedad, conseguir la justicia, impulsar el desarrollo, moralizar la vida pública), pero, en esa práctica menuda y pedestre que es la política diaria, esos hermosos objetivos van dejando de serlo, se vuelven meros tópicos de discurso y declaraciones y, al final, lo que prevalece en ellos es el apetito crudo y a veces inconmensurable de poder. Quien no es capaz de sentir esa atracción obsesiva, casi física, por el poder, difícilmente llega a ser un político exitoso”.
Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2006, pp. 102-103.
(fragmento enviado por LUIS ORO TAPIA)